Ángeles Garcia

Ángeles Garcia

La puesta en escena no puede ser más surrealista. Un colorido edificio coronado por huevos gigantescos a través de los cuales se perciben las siluetas de una veintena de maniquíes déco. Entre los muros, el genio de Dalí sigue más vivo que nunca. Éste fue su hogar desde la muerte de Gala y allí está enterrado.

La puesta en escena no puede ser más surrealista. Un colorido edificio coronado por huevos gigantescos a través de los cuales se perciben las siluetas de una veintena de maniquíes déco. Entre los muros, el genio de Dalí sigue más vivo que nunca. Éste fue su hogar desde la muerte de Gala y allí está enterrado. El antiguo teatro de Figueres, sede de la Fundación Gala-Dalí, inaugurado en 1983 a mayor gloria de Salvador Dalí (1904-1989), no es sólo una performance continua del artista más popular del siglo XX, sino que, con el paso de los años, se ha convertido en uno de los museos privados que más visitas registra (una media de 6.000 personas diarias, frente a las 8.000 que tiene el Prado) y que más beneficios genera (4.429.000 euros, según la última memoria). El Cadillac lluvioso, las gárgolas o el rostro de Mae West fascinan cada vez más a un público de toda condición. El ex presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, resumió hace tiempo la fórmula del éxito de este museo al decir que a él le interesaba y a su hija le divertía. Estar ubicado en la Costa Brava y a 20 kilómetros de la frontera con Francia son factores que alegran el resultado.

Lo que se conoce como la mayor instalación surrealista de la historia está agrupada en cuatro museos: el teatro de Figueres, una construcción decimonónica destrozada por las llamas al final de la Guerra Civil; la casa museo de Portlligat, el que fuera el único domicilio estable de la célebre pareja; el castillo de Púbol, un espacio privado para Gala, y un anexo al teatro en el que se muestran las joyas diseñadas por Dalí: 37 piezas de oro y piedras preciosas y con 27 dibujos y pinturas preparatorias firmados entre 1941 y 1970.

Todo empezó a principios de los sesenta, cuando el artista era ya universalmente famoso. Decidió crear un museo adecuado a la grandiosidad de su obra. Pronto escogió el viejo teatro del pueblo. De lo más local se pasaría a lo más universal. Hijo más que predilecto de Figueres, el Ayuntamiento no puso ningún obstáculo. Dalí quiso que la estructura se mantuviera tal cual, incluso las vigas dañadas por el fuego. En este lugar pasó el pintor sus últimos cuatro años y por él se desplazaba con la sonda. Aquí celebró un congreso mundial de sabios para hablar de los avances científicos que tanto le entusiasmaron toda su vida y que tan presentes están en su obra. Aquí perviven sus recuerdos y sus mejores obras.

La inmersión en el mundo de Dalí arranca en la propia plaza que da acceso a la entrada principal. Aquí se acumulan (él era de amontonar, no de seleccionar) todas sus obsesiones: la ciencia (Homenaje a Newton), el arte académico (tres esculturas de Meissonier), el arte más novedoso (el Obelisco de la Televisión, de Wolf Vostell) y el pensamiento catalán (el monumento a Francesc Pujols). Las figuras con chuscos de pan apoyadas en muletas que luego acompañan al visitante por todo el edificio, también están presentes en el entorno. Una gran fotografía del artista en Portlligat, hecha por Marc Lacroix en 1974, el año de la inauguración del museo, preside la zona de las taquillas. Pagados los 11 euros que cuesta la entrada, el visitante se encuentra en lo que fue el antiguo patio de butacas del teatro y ahora es la mayor instalación daliniana. El Cadillac lluvioso es la pieza principal. Regalo de Dalí a Gala, el artista presumía de que sólo había seis iguales en el mundo, que uno de ellos lo tenía él y otro Al Capone. Sobre el capó, apabulla la presencia de La gran Esther, de Ernst Fuchs. La giganta estira con sus cadenas la columna trajana de neumáticos. Allí está también el esclavo daliniano de Miguel Ángel y sobre todo ello pende la barca que Gala utilizaba cuando salía a pescar. En la parte posterior del auto hay dos maniquíes con caracoles incrustados en el cuerpo. Si echas un euro, las figuras se mueven azotadas por la lluvia.

A partir de aquí la excursión ofrece de todo. Hay más de 400 óleos esenciales en la obra del artista mezclados con objetos delirantes. Están todas aquellas pinturas conocidas por los amantes del mundo de Dalí que aparecen en los manuales esenciales sobre su obra: los retratos de Gala, el cesto de pan, los Cristos, La apoteosis del dólar, el retrato de Picasso en el siglo XXI, sus figuras rinocerónticas... Y también las fotografías de Amanda Lear, sus esculturas inspiradas en Velázquez, su enloquecida habitación perfectamente conservada, el montaje de Mae West...

Dalí es objeto de culto en todo el mundo. Miami, París, son algunas de las ciudades que cuentan con museos dalinianos. La cantidad y calidad de la obra no es comparable y además, sólo en Figueras se controlan los derechos sobre su obra. Constituida en vida del artista, su objetivo es preservar y difundir la obra del artista. Ramón Boixadós, es, después del propio Dalí, el primer presidente de la fundación. Boixadós presume de unos resultados que muy pocos museos del mundo pueden presentar, más, como cuando en su caso, no cuentan con ninguna ayuda pública. Y no le importa. Explica que la estructura de la fundación funciona como un calco de una empresa privada moderna. Tienen un gerente, Joan Manuel Sevillano Campalans, que controla con mano de hierro los derechos de imagen y una directora artística, Montse Aguer i Teixidor, directora del Centro de Estudios Dalinianos y responsable última de lo que se muestra en las cuatro sedes.

Pero el mayor logro de la fundación tiene que ver con la operación de limpieza sin contemplaciones que los patronos han realizado. "Hemos acabado con la mangancia", asegura Boixadós. "Hemos puesto orden en toda la obra de Dalí. Nuestro prestigio es tal que el FBI no da un paso sin consultarnos". ¿Tan grave era la situación que un organismo internacional como éste se ve obligado a intervenir de manera habitual? "Ha habido mucha falsificación en el mercado. Afectaba a la obra gráfica. Nunca a los óleos. Y también hemos tenido que luchar contra leyendas como que Dalí firmaba en blanco. No lo hacía. Ni él ni Gala. Todo eso han sido mentiras lanzadas por quienes estaban en el negocio de los falsos. Lo que se mueve ahora en el mercado legal no está bajo sospecha. Otra cosa es, como ocurre con muchos artistas, aquello que se negocia sin garantías en lugares no profesionales".

La fundación tiene un comité de autentificación que se ocupa de analizar la obra que sale al mercado bajo el amparo de la herencia o la donación. "Dalí se movió mucho por todo el mundo, especialmente en Estados Unidos", añade Sevillano.

La institución privada disfruta también de los derechos sobre todo lo que se comercialice bajo la marca Dalí. Con los beneficios, han ampliado de manera notable los fondos de la fundación. Recuperan telas, compran esculturas o adquieren cualquiera de las extrañas piezas realizadas por este prolífico y original creador. La colección de joyas llegó, así, gracias a los beneficios del museo. Enterados de manera fortuita de que las tenía un financiero japonés en bancarrota, pagaron siete millones de dólares.

Una de las últimas intervenciones de la fundación en defensa de la imagen de Dalí ha consistido en desautorizar la versión cinematográfica que del artista iba a interpretar Antonio Banderas. Consideraron que el guión vendía un personaje que no se ajustaba a la realidad. "El hecho de que Andy Warhol fuera un alumno desaventajado a la hora de hacerse publicidad respecto a lo conseguido por Dalí, no supone que fuera un estafador intelectual", concluye Sevillano. "Frente a proyectos como éstos seguiremos siendo implacables".

La atracción por el genio se multiplica según pasa el tiempo. El día en el que se hizo este reportaje, la familia Urdangarín al completo se confundía entre los visitantes.

Monarquía y multitudes. A Dalí le hubiera gustado.

El Pais
22.7.2009