te quiero, país tirado más abajo del mar
Julio Cortázar
a Juan Gelman
lo que no puedo es olvidar
¿acaso fue otra vida otro país?
¿yo lo soñé?
¿chicos pintando vencer o morir soñé?
¿en la pared del barrio en los
umbrales de la noche
en una celda?
¿creí oí decir
hasta la victoria siempre compañero?
lo que no puedo es perdonar
o dónde encuentro dónde están hoy
esas palabras mudas vivas
¿clavadas en los ojos del asesino en
callando
asfixiadas corales del océano?
lo que no puedo es reparar país
que caen de tu cielo hombres dormidos y
desnudas mujeres que se hunden y
pintan en la pared del barrio en
el fondo oscuro de los mares en
la cáscara de nuestra memoria
vencer o morir
Loba negra
viene la loba
es cada día más voraz
salgo a cazar su presa disfrazada de loca
no más de mí para entregar
la noche cabe entera en su respiración
se rasga en el aullido
si llegara a dormirme
viene la loba y no hay regreso
me pongo el brillo de su ojo feroz
y salgo a mendigar disfrazada de burla
le traigo pan y ruge carne
le traigo sangre y gime agua
negra loba de mí no tengo más
monto al sudor de su pelaje
me arrojo a depredar disfrazada de lástima
Todas tenemos pancita cerca de los cuarenta
desafiamos al tiempo montadas en el arco del triunfo
saldado el viejo error
lo demás es peaje
-la ley de gravedad que hace lo suyo
un temblor de violencia al despertar-
no habrá estatuas de sal en esta fiesta
la cuenta regresiva le oprime el corazón a la piedad
nada de palabritas
a muerte las dueñas del anzuelo
bailamos
que el sudor dé cuenta de nosotras
somos lo que tenemos en la mesa de luz
y no soltamos esa red
si algo se quiebra
podríamos nadar en una gota de malicia
hundirnos en el fondo
hasta resplandecer
La huella de su pie
somos esa mujer
la llevamos revuelta en la mirada como un vestido sucio
no hay manto que la abrigue
agua para la tierra partida de sus labios
o vergüenza posible para su vello púbico
somos esa mujer con sangre en las encías
y todavía estamos bajo el agua
la tendremos cerrada contra el paladar
quebrada de fatiga en el cemento
la somos cada noche tragando leche tibia
en el tazón crispado del insomnio
cada banalidad
mundial de fútbol
somos la huella de su pie
y estamos bajo el cielo
las muñecas atadas a la espalda
brasa de cigarrillos en el vientre
no habrá silencio para nadie
la oiremos suplicar
gemir un llanto que jamás escampe
somos esa mujer
ya no amanecerá bajo la tierra
Salir huyendo
yo hablo en nombre de los sobrevivientes
los que un día
nos jugamos el todo por nada
el corazón por nada
la ética por nada
los que estuvimos tan solos
que ni la propia sombra nos seguía
los que arribamos a la vida
con la piel provisoria
y nunca conseguimos el recambio
los que fuimos condenados a alimentar con carne
el vacío insoportable del amor
los que aspiramos a un tránsito liviano
y cargamos mil kilos de plomo en la memoria
los que una vez soñamos
con la victoria de los justos
y todavía reclamamos sus cuerpos
los que salimos a morir tácitamente
los que salimos a vivir tácitamente
los que saldamos viejas deudas
con un dolor tardío
y una triste ligereza de espíritu
los que sangramos siempre por la misma herida
y padecemos de una adicción indecorosa
a las salidas de emergencia
él me pidió que deje descansar la piedra
cómo darle descanso
la piedra es el escudo que me salva del mundo
casi un modo sin luz de respirar
en su penumbra ahogo lo que veo
cuando el contorno quema
y el contenido grita
piedad para salir
todo lo que segrega la pasión
está llorando adentro
escribe la pregunta
en la piel negra de su cavidad
busca un refugio
donde esconder el hábito de lamerse la herida
una mujer no expone su color
lo condena al silencio
bajo la máscara de su lápiz labial
no me lo pidas
daría lo que sea por resistir la vida
en los umbrales de esa liviandad
pero soy otra
quemé las naves para no regresar
solo había esta piedra y tuve que habitarla
soy su cincel
la única materia que la orada
estado de sitio
son tiempos duros
cuándo no
algo en la sangre avisa del peligro
un musgo crece piel adentro
tengo la cara verde
la lengua verde
afuera hay unos tipos con anteojos oscuros
dicen algo habrán hecho
dicen que estábamos mejor
voy entre gente que dilata
un estado de sitio personal
caminan con los ojos clavados en el suelo
como si fueran a perderlo
a pisar un fantasma
van
se hunden en el frío y ya no vuelven
a discar mi teléfono
tiempos de oscuridad
como es costumbre en este sótano
aguantadero el sur
tierra de tristes
tengo los ojos sucios
la boca helada
son tiempos de no abrir
la puerta a nadie
lisi cantando
tarde en la noche canta una mujer
arde en tequila
un animal corriendo por la súplica
de los ojos le sube
la maravilla rota de estar lejos
tiembla un corrido
ella quemada en la belleza
su voz abre una grieta para salvarnos de esa luz
colgada en el sedal de su memoria
le sale una mujer cautiva de la muerte
trae en los dedos
la condición bestial de quien ha vuelto
a rozar la alegría
y el tiempo es una piedra que nadie moverá
una mujer cantando
daga en el corazón de tenochtitlán
todo lo que ella nombra es condenado
a ser parte del mundo
Laura Yasan
Buenos Aires, 1960. Ha publicado Doble de alma (1995), Cambiar las armas (1997), Loba negra (1999) y Cotillón para desesperados (2001).