Traducción de Jairo Guzmán
De Trilogía del azur, del mar Robinson Barenho Por la gran boca del cielo me llegan las nubes de la tarde. Quería el velo espeso de la lluvia deslizando melodías por los postigos de la casa. Pienso. La memoria es triste, como un pájaro que no existe, en el soñar, en el volar. Caminando el territorio del lenguaje, la imagen izquierda del cuerpo, todo es un navío sin puerto. Vasta es la lejanía, el horizonte que nunca termina. Mi alma, ternura que el viento murmura en el paisaje el lirio de los ojos de ella, deambula en la vastedad de los caminos bordando en verde el lino de las mañanas. En el fondo del cielo la mano de Dios es mi Talismán Estrella, estrella sin estancias ventura que ondula en mi primigenio corazón.. Después se deja así, olvidada, como nos ve, a veces, la vida. Lo que tu posees es un secreto de luz que desmaya antes de hacerse. Vivir todas las horas, designa el destino , en la errancia que movilizo desde la primera infancia Siempre fui lo que quise de mi, viajando a lo imprevisible del mar, ardiendo en sueños y primaveras, enfrento la tempestad y el invierno, voy al cielo y al infierno. No soy nada, mas Dios me guía , Campo de girasoles, hoguera santa , ungida luna y santa Poesía Nada permanece en el vacío, las acritudes de la soledad condensan la melancolía desbordada en el rostro y se amplía cuando el día avanza, desolada esperanza, de nuestras posibles pasiones. Trabajo las horas olvidadas, mas nada retorna. La vida que se tiene, también, es la vida que se gana. El sol baña nuestras manos tristes que todavía escriben lo que resiste, lo que leerás tiempo después , en tu cuerpo iluminado, en medio de la madrugada, y descubrirás que la mujer amada está dentro del silente corazón, mas lo que tu memoria ilumina está ausente. El vacío engendra más vacío, estancado en nuestro pecho, iluminado, el río, en el fondo del lecho, ruedan las piedras, las almas y los peces, un racimo de luz, una manzana resucitan la esperanza de las mañanas, y el vacío que se preña de música, viento, y nuestra voz va bordeando en la vereda nuestros bellos huesos y nuestros ojos encendidos Toda la promesa se cumple, si camináramos la avidez que el cielo desce en los caminos, a terVar la rota que nos faltq la voz alta de Dios, sus anjos suspenden la posible agonía, y nos da la aurora del nuevo día. Nada tengo de mi mismo: automóvil, casa, terreno. Vivo la vida que Dios me dio con los días largos, ásperos o amenos. No me doy al dolor, soy frágil mas renazco. Leo el libro de las pequeñas verdades, silencioso, onVo los murmullos y la saudade y todo sigue su antiguo trayecto. No cultivo odios, cultivo amigos. Soy lo que sobró de mis asombros. Pregunto a las estrellas lo que ellas no son, muero abrazado a mi corazón. Voy por ciudades extrañas e inútiles, sin mañanas tardes o noches, apenas el tiempo mugiendo en los relojes. Avanzo por calles que no se me, la es turba y tiene sus propias leyes. A dónde llegaré en éstas alamedas sin nombres donde el alma no há y lo que sobro del pasado some. Insisto en días mejores, un destino en que la luz nocturna me olhe y me veja, que cuando baje la cabeza no llore. Vida que me desea y me besa Bebo vino, la vida se extiende, menos breve, menos herida. El cielo está cerrado para mí, Antiguos dolores siempre vuelan No son amores, si ausencias que vigilan en la alta hora del firmamento. Soy un hombre pobre. Me sobró la más alta estrella de los sentimientos. Sao Paulo, 9 de junio de 1999. INCLUDEPICTURE "http://orbita.starmedia.com/poetamiranda/fm6.jpg" MERGEFORMATINET
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