Traduccion
Malak Mustafa
1- El FUNERAL DEL ÁGUILA
Creo que es de la patria
esa nube que viene como dos ojos
cristianos.
Creo que es de Damasco
esta niña cejijunta,
estos ojos más claros
que un fuego de mar azul entre dos
barcos.
Oh tristeza, larga espada arrugada,
la acera que lleva a su niño rubio
pregunta por una rosa, por un
cautivo,
pregunta por una nave y una nube
de la patria...
Mientras, las palabras libres me
asolan como la peste.
No tengo mujer ni credo,
no me quedan cafés ni inviernos ;
abrázame fuerte, Líbano,
te amo más que el tabaco y los
Jardines,
te amo más que un soldado de
muslos desnudos
encendiéndose un cigarrillo entre las
Ruinas,
Millones de años sangrantes
se paran humillados frente a las
tabernas
igual que afligidos ejércitos de
cuclillas.
Desde hace ocho meses
palpo las arrugas de la tierra y de
la noche,
escucho el sonido del vehículo
humillado
con la nieve anidando en mi abrigo
y en mis cejas .
y es que la arena es triste, el dolor
reluce como un águila
y no hay estrellas en las colinas.
el bostezo es mi orondo vehículo y
mi escudo pequeño,
y los sueños , mi iglesia y mi calle .
En ellos me tumbo, encima de las
reinas y las esclavas,
y camino triste en los confines de las
noches .
Tristeza a la luz de la luna
Primavera que viene de sus ojos
canario que viaja a la luz de la
luna,
llévame hacia ella
como un poema de amor
o una puñalada de daga,
pues soy vagabundo y estoy herido,
y amo la lluvia y el sollozo de las
olas lejanas.
Despierto del sueño profundo
para pensar en la rodilla de una
bella mujer
que un día mis ojos vieron,
para entregarme al alcohol y
recitar poesía.
Dile a mi amada Leila,
la de boca borracha y pies de seda,
que estoy enfermo y la añoro,
que de repente veo huellas de pies
en mi corazón.
Oh Damasco, caravana rosada de
cautivas:
tumbado en mi habitación,
escribo, sueño y miro a los
transeúntes,
y del corazón del alto cielo
me llega el latido de tu carne
desnuda.
Veinte años llevamos llamando a
tus duras puertas,
con la lluvia cayendo sobre
nuestras ropas, nuestros hijos
y nuestros rostros.
La tos, hiriente, nos ahoga el
semblante
y nos lo torna triste como un adiós,
pálido como la tuberculosis.
Los vientos solitarios del desierto
llevan nuestros llantos
a los callejones, a los vendedores de
pan y a los espías.
Trotamos como caballos salvajes
por las páginas de la historia;
lloramos, temblamos,
y detrás de nuestros pies torcidos,
pasan los vientos y las espigas
anaranjadas.
Nos hemos separado,
y en tus ojos fríos
llora una tormenta apresurada de
estrellas.
Amante arrugada
con el cuerpo cubierto de tos y
Joyas,
eres mía.
Esta añoranza, mujer rencorosa, es
para ti.
Poco antes de partir,
me acosté con una mujer y escribí
un poema
sobre la noche, el otoño y las
naciones oprimidas.
bajo el sol amarillo del mediodía,
recliné mi sien en el ángulo de las
ventanas
y dejé que la lágrima
brillase como la mañana,
como una mujer desnuda.
Tengo una relación antigua con la
tristeza y la esclavitud.
Cerca de las nubes silenciosa y
lejanas
se me aparecieron centenares de
pechos desnudos, sucios,
sumergidos en un río de espinas,
y una nube de ojos azules y tristes
reparó en mí,
en la historia postrada en mis
labios.
Miradas largas de tristeza,
manchas pequeñas de sangre,
despertad:
yo os veo aquí,
sobre las banderas a media asta
y los pliegues sedosos,
os veo mientras surco el atasco bajo
tu limpio cielo.
Echo a andar y lloro, patria mía...
¿Dónde están las naves llenas de
tabaco y
espadas?
La esclava que conquistó un reino
con sus ojos grandes
como dos mujeres cálidas;
una larga noche sobre el pecho de
una mujer,
así eres tú patria mía.
Aquí estoy, cual fantasma extraño,
desconocido:
bajo mis uñas perfumadas
yace tu envejecida gloria
y en los ojos de los niños
discurren los latidos de tu débil
corazón.
Nuestros ojos no habrán de verse
más:
ya te he recitado bastante.
Ya sólo me asomaré a ti como un
clavel rojo y lejano,
como una nube sin patria.
Adiós, páginas, adiós, noche,
adiós, ventanas de púrpura:
levantad mi horca, levantadla alto
en el crepúsculo.
Cuando mi corazón esté sereno
como una paloma,
bello como una rosa azul en su
colina,
quiero morir manchado,
con los ojos llenos de lágrimas,
mirando hacia arriba, hacia los
rostros,
aunque sólo sea por una vez en la
vida,
porque estoy lleno de letras
y de títulos sangrantes.
En mi infancia
soñaba con un vestido bordado en
oro,
soñaba con un caballo
que surcase conmigo las viñas y las
colinas empedregadas;
ahora,
ahora camino errante a la luz de las
farolas,
de calle en calle como las
prostitutas,
ansiando un gran crimen
y una nave blanca que me lleve,
entre sus pechos salados,
a países lejanos
donde a cada paso hay una
taberna, un árbol verde
Y una chica mulata
que trasnocha, sola, con su seno
sediento.